Casa

Hoy es la tercera noche que duermo en mi nueva casa. No es una noche más porque todo lo que tenemos con Juan está en su lugar y además porque Juan no está en la casa.
Es raro encontrarme conmigo mismo desde otro lugar -espacios, tiempos, distancias-, con otros sonidos y silencios; pero es bueno. La casa -prefiero decirle casa antes que departamento- es grande. Hay mucha luz, mucho aire y todo parece nuevo. Creo que me voy encontrando lentamente en ella y me gusta.

La mugre que había la junté yo, la ropa la colgué yo, la comida me la hice yo, la puntita de porro que había me la fumé yo. Y así estoy, un poco ido, un poco lleno de tanta milanesa embebida en aceite, entre tantas cajas con apuntes.

Es probable que mañana lea esto y nada tenga sentido, pero es un riesgo que tomaré. Por lo pronto, me voy a poner el jogging más ancho y roto que tenga, las medias encima del pantalón, un remerón y me voy a dormir un poquito más feliz.

Horas

En este último tiempo ocurrieron varias cosas afines relacionadas con Juan. Para empezar, su presencia en mi casa es casi moneda común y no porque se la pase metido bajo el techo de mi madre, sino porque es recibido con mucho afecto tanto por ella como por mi hermano. Se lo quiere, se le da su espacio y su presencia logra que me relacione con mi familia de otro modo, manera que hasta ahora no había tenido.
También, y tras algunas visitas sin éxito, encontramos un departamento que nos encanta y en el cual nos estamos mudando en cuestión de horas.

Hoy sería la última noche que duermo en casa. El perro descansa en mi cama; mi vieja escucha Radio 10 en la suya y mi hermano ronca hace rato en su colchón con la tranquilidad de saber que no será padre - porque resulta que hasta hace horas parecía que la novia estaba embarazada-.
El viento que entra por la ventana me es muy familiar, es el típico aire de primavera cargado de aromas de flores que de noche son más expresivas. Voy a extrañar a Olivos, su gente, sus calles, su sensación de vivir en un mundo mejor pero que es igual que otros barrios. Me voy a Núñez, no tan lejos. Me voy con mucha felicidad, con miedo, con expectativas.
Me voy y no quiero volver más, quiero que esta historia comience hoy y dure toda mi vida.

Lovely Ulises

Pato

A Pato la conocí en la fiesta de su cumpleaños. Nunca habíamos cruzado palabras, nunca la había visto en fotos, nunca nada. Sólo sabía que se llamaba Patricia y que el apellido era el mismo de la ex cantante de La torre. Esa vez, caí como el novio de Juan, en una incipiente relación donde no faltaron los enormes vasos de cerveza y algún que otro porro poderoso que hizo que me enfrente a preguntas de rigor.
Las primeras impresiones no siempre son las ideales o las más precisas, pero a Juan siempre le dije que Pato me había parecido una "nena" divina, sumamente simpática y alguien que me gustaría tener cerca. Quizás un poco de egoísmo, no sabía si ella compartía lo mismo o algún sentimiento similar.
La segunda vez que la vi fue en la previa a una fiesta electrónica. Ella se fue con unos amigos a descollar la noche mientras que Juan y yo recién nos habíamos levantado de una siesta muy tardía. El resultado de ese cruce fue agregarla a Facebook.

Hace poco la crucé por tercera vez en otro cumpleaños. Ella estaba espléndida con su pelo rubio, unos tacos vistosos y unas pilchas que le calzaban ciegamente. La conversación nos encontró sentados en el piso con otro porro encima -pero esta vez yo tomaba agua- y donde tuvimos un momento en el cual el resto de los invitados pasaron a ser decorado, sólo importaba lo que con Pato hablábamos. Me contó que había leído mis blogs, que se había morfado años de mi historia y que decididamente tanta lectura había provocado algún que otro efecto en su vida.

No creo que yo pueda ser trascendental o que pasear entre las huevadas que volqué en espacios virtuales desde los 23 años pueda ayudar a alguien, hacerle replantear ciertas cuestiones o incluso, me cuesta imaginar que alguien pueda quererme un poco simplemente por pasar por acá algunas veces.

Quiero agradecer a Pato y a todos los/as Patos que andan por ahí. Esos que acompañan historias binarias, que esperan con ansiedad nuevas palabras, que pueden sufrir o reírse con lo que a uno le pasa. Quiero decirle a Pato que ella es parte de toda esta novela real, porque es amiga de la persona que amo y porque ella conoce mucho de mí y mucho más va a conocer.