Dentro del contexto de la convivencia familiar, debo reconocer con fuerza que soy un egoísta sin remedio. En realidad, reformulo, soy un egoísta con mi hermano pero tiene sus razones. El pibe es un ser despreciable que todo lo usa sin permiso. Lo rompe o lo ensucia. Lo deja tirado donde sea y expuesto a los riesgos de una ruptura sin vuelta atrás. Mi hermano es el peor enemigo en la intimidad del hogar.
Esto me llevó a pensar en mi futura convivencia; pensar en los embates del amor a la hora de compartir utensillos, ropa, libros o lo que fuera y, me doy cuenta, que con Juan no me cuesta imaginar que lo de él es mío y que lo mío bien podría ser de él si lo cuidara como propio.
Sí, lo sé. Esto fue un mensaje personal más que una reflexión.