Mi vieja

Mi vieja cuando intuye en el piso la mínima pelusa o una cantidad mayor que la permitida de pelos de perro, barre y arrasa con miguerío, pelos, uñas y quién sabe qué más. Toma el escobillón con delicadeza y mientras danza aferrada del estaño esmaltado de verde, va cepillando suavemente el suelo mientras acompaña la llegada a cada baldosa con la mirada tan perdida como fija. Su lugar predilecto a la hora de barrer es la cocina.

Cuando elabora alimentos, mi vieja siempre tiene encendida su radio de mano, la misma que le compré hace más de cinco años y ya casi no funciona. No sé muy bien qué escucha pero sé que a ella le gusta. Cuando va llegando el momento de servir la comida, ella hace caer el sonido de la radio sin apagarla, como hacemos algunos conductores al momento de estacionar el auto y decidimos bajar lo que el estéreo reproduce casi sin darnos cuenta de esta actitud.

Ni terminamos de ingerir el concluyente bocado de la cena y ella me apura a los gritos porque siempre soy el último en llevar el plato a la pileta para que lo lave. No entiende que me lo puedo lavar yo, que encima como despacio. Sin embargo es la historia de todos los días, me pide el plato dando violentos alaridos mientras yo llego arrastrando las patas con la jeta por el piso.

Esta noche cuando llevé el plato, quise decirle que en diciembre no estaríamos más viviendo juntos, que me había llegado el momento. Sin embargo, una milésima antes que yo abriera mi boca, ella, mientras tomaba el plato con las manos llenas de espuma de detergente, enunció: -Yo no sé qué vas a hacer el día que te falte- y al instante fregó con fuerza mientras se quejaba porque le había dejado restos de arroz.

Matrimonio, igualdad y yo

Antes de los 20 años no tenía en mente formalizar una relación con un flaco, lo cual seguro significaría vivir a la sombra de un deseo reprimido dentro de una familia tipo y tirotearme con algún "amigo" de turno en un baño perdido entre oficinas. Con los años, me enamoré y afronté esa realidad, la de dos hombres juntos, aunque la historia no prosperó.

Tampoco imaginaba que arribarían en mí los deseos maduros de vivir con alguien* y que esa simple idea no causara estragos, ahogos y demás pelotudeces -claramente no míos-. Hoy en día es un objetivo con fecha y se me inunda la vida de ansiedad de sólo pensarlo.

Siento que mi realidad sexual -prefiero decir eso- es diferente, es evolucionada y se encuentra junto a la idea y al derecho afirmado del matrimonio para personas del mismo sexo (ley sancionada el 15/7/10) y, aunque es algo que nunca se me ocurrió, sé que nos lo debían, que muchos necesitaban y quizás yo lo necesite algún día.

*Diciembre es el objetivo.

Sencillez

El almuerzo de domingo en casa de Marta fue algo sencillo y seguramente por eso colmó mis expectativas de manera positiva. A veces sucede que uno no sabe cómo manejarse, que tan rápido moverse, con qué velocidad o tono hablar, y un sinfín de detalles que se van perdiendo con el pasar del tiempo. Sin embargo, el domingo era yo -quizás un poco más tímido- compartiendo una mesa con gente que solapadamente, y tal vez sin planearlo mucho, me hacía sentir cómodo.

Claro que sé que yo podría caerles mejor a todos, incluso a la abuela, quién me comparó con una figura televisiva que quedó en el misterio, pero supongo que son cosas que se van dando más con el contacto... con más platos de ravioles atiborrados de queso rallado en hebras; flan; vino rosado y un televisor encendido con Much Music durante 40 minutos.

Esto es tan solo una de las sensaciones que estoy viviendo en los últimos meses. No es un vínculo largo que se aferra a una pomposa cantidad de tiempo y se legitima día a día tras años de relación. Es un amor corto pero el mejor, porque es sano, es comprometido, es jovial y equilibrado. Es un algo que está todos los días y que no deja de crecer.

Un amor que jugando en serio, se animó a decir la palabra "convivencia" sin decirla, porque preferimos otro concepto como "vivir juntos".

Familia

Nunca conocí a la familia de un novio mío. Hace tiempo, en medio de un largo vínculo, ese contacto no fue necesario y además una de las partes no tenía la mejor predisposición para tal fin. Mucho no importaba, eran otras épocas y no intuía que algo así fuera a significar un boom madurativo en la relación.
Luego vinieron otras historias menos comprometidas que se diluyeron a las semanas.

Ahora estoy por conocer a quién sería mi suegra, mi cuñado y la pareja de él. Lejos de preocuparme, me formulo varias preguntas: ¿tendré que ponerme una camisa?¿un perfume que escandalice a todos los presentes en la mesa o un aroma delicado pero que los impregne con mi personalidad?¿Tendré que eludir hacer buches con la gaseosa y evitar desabrocharme el primer botón del jean luego de comer?¿debería tomar vino sabiendo que me pongo en pedo al instante?¿es preferible ir a eructar al baño o largar el gas disimuladamente en forma de suspiro?

Y la pregunta más importante: cuando pida la mano de él, ¿hará falta mencionar que lo quiero para toda la vida o se me notará en los ojos?