Si mi vida fuera una novela, podría decirse que estaría en sus momentos culminantes y que en cualquier momento aparecería un banner diciendo "últimos capítulos". Digo esto porque si tomamos en cuenta estos 3 meses que pasaron, hubo de todo. Momentos en que casi nos quedamos en la calle, momentos donde cada uno buscaba un amigo o familiar para irse a vivir cuando no tuvieramos más casa, cuestiones con el perro, momentos en que vendimos el auto y pudimos pagar el alquiler atrasado y armar un contrato más por un año, y luego vinieron los nervios por tanto dinero perdido y la muerte de mi viejo.
Hablo de un final porque cuando se genera en el relato una seguidilla de hechos que no hacen más que menoscabar nuestra experiencia personal -con todas las sensaciones que eso implica- y son como eternas las cosas malas que suceden, de golpe aparece un equilibrio o al menos un poco de luz sobre el asunto.
Hasta en el mejor de los relatos noveleros latinoamericanos, sucede que luego de tantas cosas malas y tanto sufrimiento, la doncella cliché se hace rica y ve frente a sus ojos la vida que siempre quiso.
Mi viejo nos dejó buena guita y una pensión más que llamativa para mi vieja. No es que alcanza para comprar una casa, pero si para vivir más que cómodos con una vida rozagante. Ahora, la tramitación, la espera de meses y meses para cobrar eso, y mientras tanto vivir con unos pocos pesos. Se complica terriblemente, lo sé, pero allá a lo lejos se ve venir algo bueno. Muy bueno.
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Hace 2 meses