Mi vieja cuando intuye en el piso la mínima pelusa o una cantidad mayor que la permitida de pelos de perro, barre y arrasa con miguerío, pelos, uñas y quién sabe qué más. Toma el escobillón con delicadeza y mientras danza aferrada del estaño esmaltado de verde, va cepillando suavemente el suelo mientras acompaña la llegada a cada baldosa con la mirada tan perdida como fija. Su lugar predilecto a la hora de barrer es la cocina.
Cuando elabora alimentos, mi vieja siempre tiene encendida su radio de mano, la misma que le compré hace más de cinco años y ya casi no funciona. No sé muy bien qué escucha pero sé que a ella le gusta. Cuando va llegando el momento de servir la comida, ella hace caer el sonido de la radio sin apagarla, como hacemos algunos conductores al momento de estacionar el auto y decidimos bajar lo que el estéreo reproduce casi sin darnos cuenta de esta actitud.
Ni terminamos de ingerir el concluyente bocado de la cena y ella me apura a los gritos porque siempre soy el último en llevar el plato a la pileta para que lo lave. No entiende que me lo puedo lavar yo, que encima como despacio. Sin embargo es la historia de todos los días, me pide el plato dando violentos alaridos mientras yo llego arrastrando las patas con la jeta por el piso.
Esta noche cuando llevé el plato, quise decirle que en diciembre no estaríamos más viviendo juntos, que me había llegado el momento. Sin embargo, una milésima antes que yo abriera mi boca, ella, mientras tomaba el plato con las manos llenas de espuma de detergente, enunció: -Yo no sé qué vas a hacer el día que te falte- y al instante fregó con fuerza mientras se quejaba porque le había dejado restos de arroz.
Tips For Maintaining Clean Carpets Year-Round
Hace 2 meses