Ando iracundo y tengo mis motivos. Además el año no podía terminar de otra manera si me baso en los meses que fueron pasando.
Mi desdicha comenzó la noche de domingo mientras viajaba en colectivo y tras presenciar una disputa entre jovencitos desprolijos y un regordete chofer, los primeros lanzaron un petardo al bajarse del carro.
Es obvio, obvio, obvio mal, que el cohetito reventó al lado de mi pierna que estaba semi desnuda gracias a mis preciosas bermudas. El resultado: unas pequeñas quemaduras en la pierna y en la cintura (que no se cómo no se arruinó mi genial chomba). Sordera, mucha sordera.
La semana prosiguió normal: me la pasé morfando; tapando angustia con comida que viene sobrando del 24 y 25, más las que se fueron adquiriendo en el chino amigo. Sin embargo hoy tuve mi momento de estabilidad y me dije: "loco, pará, controlate, dejate de joder un poco con la comida que estás divino, no la cagues (?)" y me dirigí con un ímpetu terrible a la heladera, pero al cajón de frutas. Ahí estaban escondidos, entre las manzanas y naranjas, dos riquísimos mantecoles y se sabe con precisión que fue lo que tomé.
Entonces, se suman mis heridas y la gula. El resultado es ira. Me enoja todo y el techo fue hace instantes cuando me harté del árbol de navidad y decidí armarlo de nuevo para dejar atrás el mamarracho que habían hecho con semejante árbol nuevo que compramos. La imagen no es muy buena, era yo arrastrando al pino de plástico a mi cuarto a las puteadas. Las luces que eran nuevas ahora están en la basura, porque lógicamente las arranqué a los manotazos.
Ahora respiro, quedó re paquete, pero no sé cuanto me va a durar la paz. O la saciedad, no sé, no sé.
Tips For Maintaining Clean Carpets Year-Round
Hace 15 horas